sábado, 14 de agosto de 2010

Capítulo 1

3
Quizá por eso siempre estuve más unida a mi padre que a mi madre. Mi padre tenía unas ideas atípicas y radicales, pero creía firmemente en ellas y nunca renunció a su forma de pensar aunque, debido a la edad y el trabajo no las demostrara abiertamente.
En el instituto siempre fui una tía aplicada dentro de mis posibilidades, mis calificaciones no eran como para echar cohetes, pero estaba contenta con ellas. Tenía ese curioso don de no estudiar hasta el último día y aprobarlo todo con un notable, aunque a veces ese don fallaba en algún que otro examen de matemáticas.
Mi clase... bueno, desde mi punto de vista y mi forma de ser (basada en la que me había inculcado mi padre), mi clase estaba llena de niños pijos que estrenaban un polo nuevo cada día y chicas que solo utilizaban los libros para que les pesase la mochila y no hacían más que mirarse las uñas. Yo los veía como personas patéticas que perdían el tiempo mirándose al espejo, y ellos en cambio se veían las personas más normales del mundo. Claro. ¿Cómo no van a creerse normales si últimamente todo el mundo era así? Gente que se deja arrastrar por la corriente de la sociedad.
Por suerte, tenía tres personas que ponían un toque de personalidad en aquella aula. Ellos eran Ana, Victoria y Rubén. Las tres personitas que más quería en el mundo, y todavía quiero a pesar de que alguno se haya ido para siempre.  

viernes, 13 de agosto de 2010

Capítulo 1

2
Ahora me veo en un pequeño piso en Barcelona, con muchos acontecimientos, consejos, vivencias, alegrías y errores a mi espalda con tan solo 28 años. Mi historia está aquí para quien le interese escucharla.


Todo empezó cuando mis padres se divorciaron y yo tenía 15 años, y dentro de mí se despertó un sentimiento de rabia y alivio. Rabia por no poder hacer nada, y alivio por observar cómo mi casa se liberaba de discusiones día y noche.

Mi madre fue toda su vida (y lo sigue siendo) una privilegiada económicamente gracias a su familia, lo que se conoce como una "niña bien" pero sin embargo, su apariencia no era tal. Guapa, lista, educada, y aunque su apariencia acompañaría esa impresión, no era una remilgada ni nada por el estilo, aunque a veces sí era un poco "especial" en ese sentido. y con un futuro prometedor, en gran parte gracias al poder económico que su familia le aportaba. 
Su madre era una mujer como las de entonces: primero su marido, luego sus hijas y su casa, y después ella. Eso no le importaba ya que gracias a su matrimonio tenía todo lo que una mujer deseaba en esos años: una familia envidiable, una economía estable y una casa en el barrio más acomodado de Madrid. 
Su padre era dueño de una gran empresa de hidroeléctricas que construían por toda España y que, con el tiempo, acabó construyendo también por parte del extranjero. Pero, como en casi todos los casos, el dinero no se gana con honradez, legalidades y sin perjuicios.

Mi padre había sido un anarcopunk en su época que luchaba contra el fascismo, la opresión y las injusticias que había en su tiempo. Odiaba el capitalismo, creía en una sociedad mejor y sin leyes. Parece contradictorio conseguir un mundo mejor sin leyes ni autoridades, y yo tampoco lo comprendía, pero nunca olvidaré el día que me explicó el movimiento anarkista y los pensamientos que conllevaba.

jueves, 12 de agosto de 2010

Capítulo 1

Prólogo.


Hay ojos que no ven más allá de sus intereses, otros no miran nada más que sus propias razones y otros ojos sin embargo, no quieren ver y un día despiertan y ya no les queda nada. No sé en cual de estos grupos incluirme, o posiblemente encaje en los tres a la vez. Siempre he pensado que la opinión que tiene uno de sí mismo no es válida, y que no es más que un pensamiento subjetivo, el llamado ego, ya que una persona egocéntrica nunca va a reconocer que lo es, al igual que alguien frívolo nunca va a considerarse como tal. Yo estuve rodeada de gente así y nunca reconocieron sus malas acciones, ni intentaron cambiar para no hacer daño a otras personas, y cuando debido a sus erróneas elecciones acabaron arruinados, desdichados, solos y sin la persona más importante de su vida a su lado, pensaron que deberían de haber cambiado antes y tendrían que haber hecho las cosas mejor sin pensar solo en ellos mismos. Pero para entonces siempre es demasiado tarde.

A mí también me ha pasado, pero yo tuve más suerte que otras personas. Yo pensé las cosas cuando alguien a quien apenas conocía me dijo las palabras más importantes que oí en mi vida: Cuando ya no te queden dientes no tendrás nada que morder.

Tenía toda la razón del mundo, pero al cabo del tiempo, cuando aprendí un poco más sobre la vida, esa frase la llevé más lejos aún: Cuando ya no me queden dientes seguiré masticando alambre.